29 junio 2011

Confianza

Cuando confiamos en alguien, se supone que es para toda la vida. No hay vuelta atrás, sabes que si esa persona te traiciona, lo que le has confiado saldrá a la luz... Es la mayor responsabilidad que le puedes ceder a alguien, confiar un secreto, la mayor muestra de amistad y de amor. La manera de decir: Yo confió en ti porque me has demostrado que puedo hacerlo, que te lo mereces. Un regalo...
Pero si esa persona, a la que has dado algo tan tuyo como tu confianza, te demuestra que no lo vale, que no se lo merece, que por mucho que antes te pareciera que era la persona perfecta a la que contarla algo, te ha traicionado. Lo ha publicado a los cuatro vientos. O simplemente se lo ha dicho a una persona... Pero tu confiabas en ella, no en la otra persona. Duele muchísimo... Un regalo de un valor infinito, roto como una vajilla en una boda griega. Ves los pedacitos, que se te clavan en los pies descalzos, porque te desnudaste delante de esa persona... Desnudaste tu alma, y ahora simplemente quiere clavarte uno a uno los cachitos de la cara porcelana de tu vajilla... Y lo único que puedes hacer es quitártelos uno a uno, curar las heridas que puedas y pedir ayuda a las que no llegas... Y entonces descubres que la persona que te ha curado las heridas a las que no llegabas, era a la persona a la que realmente deberías haberle contado aquello... Que quizá ella habría sabido guardarlo con ella... O quizás no... Sueles salir con muchas cicatrices, y no vuelves a confiar en nadie por mucho tiempo... Pero el ser humano siempre cae dos veces en la misma piedra, y ya sabéis lo que significa... Otra vez, vuelta a empezar... Es el peor tramo de la vida... Pero hay que superarlo, como todo...


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